30 septiembre, 2012

Bitácora de un inoxidable corazón

5:30 a.m. Le amanece al día. Afuera sigue oscuro, hasta el sol tiene frío y se cobija entre nubes. El frío es más evidente. Preferiría quedarme con las cobijas encima. Es que el frío se le traspasa al corazón, sin importar quién intente penetrar hasta su cavidad torácica.

7:05 a.m. Murmullos, a veces gritos. Insensateces que van y devienen. No he venido a hacer nada aquí, ni aquí en éstas cuatro paredes, ni aquí sobre éste suelo, ni aquí bajo ese cielo, ni aquí, en ésta vida que no siento sea mía.

9:32 a.m. ¿Acaso mi deleite fugaz? Pasa tu airosa mirada, y pasas. No te percatarías nunca de mi existencia, menos ahora, me sigo desvaneciendo. ¿Vendrás a pintarme de azul? Mi pintor, me voy destiñendo.

12:48 p.m. Siempre que intentes encontrarte: busca un libro. He ido a su hogar, me siento rodeada de personas que en cierta forma serán quizá yo misma, o sólo amigos.

3:00 p.m. Me detengo ante una cama vacía, recuesto mi cansancio, y el mundo entero parece recostarse a mi lado.

6:00 p.m. Negarse a despertar es negarse a vivir, y a morir al mismo tiempo. El sol topa mi cara, luz cegadora y abrasadora... Intento culparme por la procrastinación.

7:23 p.m. ¿Aún nada? Llenan con cuentos mi cabeza, y dentro una telaraña.

10:12 p.m. No lo intentes. No hay (aún) quien valga el riesgo, ése empujón que una misma se da hacia el abismo sentimentalista dentro de uno mismo.

1:35 a.m. Dormir es preciso. Soñar... cosa que dormida pasa desapercibida. Los soñadores casi siempre son insomnes de media noche.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjame palabras que sea la sonrisa de cada día.