15 enero, 2012

Divagación IV. Irremediable.

Yo no comprendo. No sé que tan lícito sea que vengas a pintarme una sonrisa. Y así voy día con día, noche con noche o lo que sea, como sea, pensándote.
Los días mejoran notablemente, tienes las palabras precisas para aturdirme totalmente, así sean algunas tan usuales en la lejanía me vienen a abrazar como un susurro en el viento que embiste contra mi piel y sólo ofrece caricias, caricias para el alma. En noches como estas te escribo, como el poeta que quiere inmortalizar el recuerdo, el momento, o poner en un papel cómo es que se siente dentro... Seguro que no, yo no comprendo nada de esto. Me tienes mal, terriblemente mal. A veces te sueño, entonces despierto tan contenta, con ganas verte, de quién sabe qué tantas cosas más. Te odio tanto por eso, porque a veces me enoja extrañarte, que no hayas venido aún para calmar el frío o para que bese tu nívea frente, para cumplir esos sueños o simplemente para decirte que te quiero. ¿Quieres escucharlo? Te odio más porque nunca te aprenderé a odiar.
Esto de quererte como te quiero, siempre, siempre lo he hecho... 
Como sea, debo ir a dormir. Abrázame siquiera o aparécete en mis sueños, bésame en ellos y hazlo realidad... Bésame una vez más.

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Déjame palabras que sea la sonrisa de cada día.