21 junio, 2012

Una carta y viceversa

Quiero hablar de todo y de nada contigo. Te he visto divagar tantas veces en aquella biblioteca, veo la forma en que buscas desesperadamente pero no sabes qué. Y sí, entras como acostumbras al pasillo de Literatura, un pie tras otro vas caminando sutilmente quizá queriendo que ni la tierra se percate de tu paso. Relees los títulos en el lomo azul cobalto de los libros hasta encontrar alguno de interés, sientes en el cuerpo un vacío emocional entonces te abrazas a él y te dejas caer. Algún autor te  abrazará entre versos, cerrarás el libro y le pasarás al tiempo. 
Cuando llueve te veo reflejada por el ventanal, las gotas se arrastran por el cristal y pareciera que son tus lágrimas. El cielo tampoco ha parado de llorar y aún me pregunto si es de tristeza o felicidad. No pretendo que dejes de llorar, pero tampoco es mi deseo verte desbordándote en esas gotas del alma. Te pido dejes de hacerlo porque es inútil, así como es inútil la lluvia al intentar purificar a los hombres, y sólo va regando flores, o nada. Tú eres esencia, sonrisa, beatitud, afabilidad, sinceridad y esperanza; pero tristeza no, ni arrepentimiento, ni mentira, ni egoísmo, ni cobardía. No eres nada de eso. Déjalo ser. Y no debes aferrarte a lo que no pudo ser, suéltalo y déjalo ir , también a ti, sigue en libertad por otro camino. Porque a veces es preciso ser un río.
Sé estás tan cansada de vagar por la ciudad y sientes que no hallas un hogar, sé que te agobia llevar esa carga tan pesada que es el corazón, sé también que no quieres irte pero tampoco deseas volver. Lo sé, lo sé. 

Pero sé también que yo siempre estaré a tu lado, que cuando el mundo entero se caiga yo te levantaré, sé que te reirás conmigo de tus desaciertos, sé que esbozarás una sonrisa fingida a los demás, sé que cantarás una y otra vez hasta que la canción se deje de equivocar, sé que nada puede ir tan mal, sé que la lluvia al terminar puede permitirnos pisar en un charco al cielo, sé que no te rendirás, sé que en ti la esperanza siempre vivirá aunque a veces es debido retirarse y buscar otro camino más y así evitar perderse por el rumbo mismo. Lo sé. ¿Sabes por qué? Porque en el espejo me he reído tantas veces al verte despeinada y enmarañada. Porque te conozco como a la planta de mis pies, porque soy tus ojos, tu piel, tus errores, tus virtudes, tus aciertos, tus sueños, tu esencia y no materia; porque lo único que sé es que te sé. Que yo soy tú. Y que te escribo porque a veces una necesita escribirse a sí misma. Y sé que no te dejaré…

Rocío Ángeles 

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